11. Eres una consentida

Damos tumbos en avión hasta Bahir Dar. Me he empeñado en ver los monasterios medievales del Lago Tana y R me concede el capricho si, a cambio, acepto dejarme de visitas culturales y echo unos días con ella en el Simien National Park. Nadie me cree capaz de cambiar mi portátil por una tienda de campaña.

Nuestro alojamiento es un nido de guiris junto al nacimiento del río Nilo. Una vez lo recomendó la biblia del Lonely Planet y los faranji somos criaturas monoteístas. Tiene unos jardines agradables con vistas al lago y sábanas del pleistoceno sin cambiar. En la pared de nuestra habitación, una gigantesca mancha de humedad dibuja con precisión el mapa de África. No quiero tumbarme, no quiero sentarme, no quiero usar el baño. Paseo arriba y abajo como un canario en su jaula. Hay luz y agua corriente. Soy una faranji consentida.

No nos duchamos, pero leemos juntas en la cama practicando las buenas costumbres del matrimonio. Como en los cuentos de hadas, nos cubre un dosel. Empapado de insecticida.