5. Caídas libres

Camino del aeropuerto, atravesamos una calle recién inaugurada con banderas de todo el continente. Se está celebrando en Addis Abeba el cincuentenario de la Unión Africana. Las han colgado tan altas que casi no pueden verse. Mientras las miro ondear, se me ocurre que en realidad son banderas de señales, como las que se usaban en la navegación marítima para transmitir mensajes entre barcos, cada bandera una letra de un alfabeto internacional que no entiendo. A) Tengo un buzo sumergido. Manténgase alejado y reduzca velocidad. O) Hombre al agua. V) Necesito auxilio.

El único Estado africano que no forma parte de la Unión es Marruecos. Se retiró porque muchos de los países miembros apoyan el Movimiento para la Liberación del Sáhara Occidental. No es el único conflicto en su seno. En el aeropuerto, Ethiopian Airlines, calificada como mejor compañía aérea del continente, aprovecha la ocasión: La Unión Africana te da esperanza. Ethiopian Airlines le pone alas.

Volamos hacia Bahir Dar. La gente se sienta donde quiere y deja sus bultos en los pasillos. Suenan móviles durante el despegue. Los pasajeros responden. Me acuerdo del bodrio apocalíptico It's all about love, donde sale Sean Penn hablando por su móvil en pleno vuelo. Si eso es lo que Thomas Vinterberg entiende como una escena del futuro, es que no ha venido al Cuerno de África.

Turbulencias. Me asalta una duda trágica: ¿se corresponderá la informalidad de los pasajeros con una informalidad en el pilotaje? El prestigio de la compañía la avala. Seguro que su índice de siniestralidad es semejante al de cualquier otra compañía del mundo. O no, y estoy poniendo en riesgo mi vida a cambio de una experiencia africana. El primo de mi abuela era probador de paracaídas. Se lanzaba siempre con dos por si le fallaba el primero. Murió en un accidente de tráfico. Las caídas libres relativizan la percepción del peligro. Tengo miedo de vomitar en la bolsa de papel donde tomo estas notas.