8. El Hombre Hiena

Faranji, faranji! son las palabras que más escuchas si eres blanca y rellenita y no te cubres con pañuelo en la ciudad de Harar. Creía que era una ciudad turística. Somos las únicas extranjeras intramuros. En la estación de autobuses nos señalan con el dedo unas doscientas personas. Las calles son un ovillo de barro pintado y cal. Imposible orientarse. Un chaval como salido de Las Vegas (pantalones y zapatos amarillos, camisa ajustada, mostacho y pulseras) dice ser nuestro guía. No hemos contratado a ningún guía. Aceptamos sin dudarlo. Podemos llamarlo Hot Spicy.

Hot Spicy es un adolescente y ya tiene pasado laboral. Se quedó huérfano a los pocos años de nacer y sus padres adoptivos lo echaron de casa cuando tuvieron a su primer hijo natural. Habla un inglés excelente que ha aprendido en la calle con un colega hindú. Es el guía más profesional que he conocido en mi vida. No ha terminado la primaria. Asegura muy serio que no masca khat. On n'est pas sérieux, quand on a dix-sept ans? Hot Spicy me explica que Rimbaud era un pintor francés bastante famoso.

Cruzando al anochecer la Puerta de Zeilah, vamos a hacerle una visita al Hombre Hiena. Las hienas son carnívoras a pesar de que todo el mundo se empeña en tomarlas por carroñeras y tienen la inquietante costumbre de merodear la basura del mercado. El título de Hombre Hiena se traspasa, generación tras generación, para mantener vivo un ritual que exorciza el miedo colectivo: alimentarlas. Nuestro Hombre Hiena lleva una falda tradicional de colores hasta los tobillos y una camiseta del Manchester United.

Nos sentamos en un banco de cemento y los faros de un cuatro por cuatro iluminan la explanada. En el centro, una cesta de mimbre llena de carne cruda. El Hombre Hiena silba y llama por su nombre a las criaturas: Qula!, Jaagi!, Sharmuta! Tardan en llegar pero vienen. Son gigantescas. Para mostrarnos el procedimiento, el Hombre Hiena se agacha y atraviesa un pedazo de carne con un palo. Se lo ofrece a Jaagi de tal manera que se vea obligada a subirse a su espalda para alcanzarlo. Luego nos pide que hagamos lo mismo. En un ataque de estupidez me ofrezco voluntaria. Me arrodillo, cierro los ojos y noto cómo Sharmuta me olisquea muy cerca de la oreja. Huele tan fuerte que me da una arcada. El Hombre Hiena le ofrece carne y Sharmuta apoya sus patas delanteras sobre mis hombros. Pesa más que yo. Entonces se me ocurre que aquello no es una atracción para turistas, sino a costa de los turistas. Las hienas son conocidas no solo por su risa nerviosa, sino también por su lascivia. Sharmuta en amhárico significa "puta" y qula, "pene".

Un fauno estremecido asoma sus dos ojos
y muerde flores rojas con sus blancos colmillos.
Morena, ensangrentada, igual que un vino añejo,
su boca estalla en risas debajo de las ramas.